Frente al tratamiento del desnudo masculino, heroico y marcial, aprendido de su gran maestro, David, Ingres se adentró en ese género únicamente a través de la pura carga erótica contenida en la belleza del cuerpo femenino, sin obedecer a los cánones estéticos del desnudo académico. Su Grande Odalisque, liberada de toda razón moral y sin entender ni de mitología ni de historia, sin atenerse tampoco a la estricta anatomía, se hizo célebre por constituir una invitación directa al placer sensual. Se considera, por ello, el primer gran desnudo de la tradición moderna.
Para su célebre Baño turco, Ingres se inspiró en los fragmentos de un relato dieciochesco −redactado por la esposa de un embajador inglés, Lady Montagu, tras su visita a un baño turco−, en los que se describe cómo unas mujeres se acicalan para la boda de una de ellas. Ingres creó así la cálida y acuosa sensualidad de una escena vetada al ojo masculino. Concluido cuando contaba ochenta y dos años, su ejecución debió desvelarle durante mucho tiempo, pues se conoce que trabajó en él durante años, dibujando y estudiando el argumento para acomodarlo a su propia estética. Primero lo llevó a un soporte cuadrangular, pero, persuadido por la carga erótica del cuadro, decidió convertirlo en un tondo. Ese nuevo formato, cuya circularidad no hace sino subrayar la sinuosidad musical de las opulentas curvas femeninas.
Fuente del texto: Catalogo Museo del Prado.
Las señoritas de Aviñón, pintadas en 1907 por Pablo Picasso cuarenta años después.
La Baigneuse 1808. Jean-Auguste Dominique Ingres
Edgar Degas, Óleo Escenas de toilette, en torno a 1888
El violín de Ingres, fotografía de Man Ray 1924
Mujer que fue pájaro, 1990 Joel Peter Witkin.