lunes, 29 de marzo de 2010

3º Concurso pequeño formato. Relato nº6



El cuerpo de Ernesto, se desliza hacia un lateral de su cama y apoyando los pies en el tibio parquet, se incorpora lentamente.


El mapa de su madrugada esta dibujado en su subconsciente, otras veces, demasiadas.

Y en todas ellas pasea su ausencia a través de galerías en penumbra que cubre en un recorrido firme y familiar.

Como en un “vía crucis” dormita cada estación con un ritual entre saludo y reconocimiento, su primera conversación le detiene ante un espantapájaros, vestido con su ropa de ayer. Lo intuye en la oscuridad de la habitación, erguido le delata su presencia y disfruta de ella, acaricia su hombro policromado, con matices entre caoba y nogal, con reflejos de luminarias que se cuelan desde el exterior, erecto, capaz, suficiente, ordenado, arriba esto y debajo lo otro...



El extraño maniquí portaobjetos, al que siempre le ha faltado el sombrero de paja, le saluda ausente, descabezado, parco en palabras y gestos, lo suyo no es la interlocución. Solamente una vez, en un alarde de locuacidad le confesó que su fuerte era aguantar la noche, cargado de uniformes, Ernesto no sólo le entendió, sino que además le alabó lo discreto y sacrificado de su útil destino.

El galán estaba por bautizar, en el onírico mundo de la inexistencia de Ernesto, no hacía falta, sólo despierto, su sexto sentido era suficiente para identificar, señalar y detenerse en cada una de los misterios de aquel rosario en blanco y negro.

Suena el despertador, son las siete y como cada mañana, Ernesto desliza su cuerpo hacia el lateral de la cama y apoyando los pies en el tibio parquet se incorpora lentamente y una vez más, inexplicablemente tropieza con el “galán de noche” que dejó al acostarse en el otro extremo de la habitación.

Fotografía: En el espejo de tus palabras. Composición. pfp

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