Cualquiera que nos viera aproximarnos nos cedía el paso en la acera, formábamos un grupo sin igual. Él, barbudo, de edad indefinida, unos mechones grisáceos amarillentos le rebasaban por detrás y por los lados de las solapas de un viejo abrigo gris, el perro, viejo, cojo, desgarbado y manso, el carrito del super, atrotinado, desconchado, desbordado de cartones y periódicos atrasados y, coronándolo todo yo, una vieja tostadora sin brillo, con una gran abolladura en el lateral...
Cuantas cosas no son lo que parecen... ni el mendigo era mendigo, ni el perro era manso, ni yo un cacharro inútil...
Al llegar al cuchitril donde vivía, el hombre, comprobó que milagrosamente yo todavía funcionaba. Me colocó en una estantería cerca de la mesa donde comía, leía, dormitaba y el perro le calentaba los pies. A mi lado, un aparato de música se conectaba a un sofisticado sistema de altavoces, que había ido rescatando de los contenedores de media ciudad y que tenía estrategicamente distribuidos por todo el cuchitril.
Con el tiempo supe que aquel hombre, había desertado de un trabajo convencional que odiaba, que otro día, había recogido al Tuerto (el perro), medio muerto, después de una paliza que le había propinado su antiguo dueño, y que poco a poco se había hecho con una rutina en la que vivía rodeado de chatarras y cachivaches, y qué junto con la música y el Tuerto, le hacían sentirse moderadamente feliz.
En aquel antro, me encontró una tarde mi actual dueña, entró atraída por la música y por toda la quincalla que se veía desde la puerta. Se encaprichó conmigo, la acogida del chatarrero, su conversación y la demostración práctica de que yo todavía funcionaba hicieron el resto.
Al cabo de un buen rato salí en sus brazos, envuelta en un viejo periódico. Recorrimos media ciudad en autobús hasta apalancarme en la barra de un bar, mientras ella no paraba de beber copa tras copa. Aquella noche tan larga, la terminé en la cama con ella... el resto de la historia ya la conocéis, después de acarrearme en brazos por todo el piso, acabó depositándome aquí, en este mueble moderno, bajo, lacado en rojo...
Ella sigue sentada frente a mí, mirándome... quizá algún día claudique de esa irrealidad en la que parece vivir y quiera hacerse una tostada, entonces estoy segura que me llevará a la cocina, y yo, podré calentar de nuevo mis resistencias. Estoy deseándolo...
cosas que pasan.
Tostadora connection.
pfp