domingo, 15 de febrero de 2009

relato Nº 10, 2º Concurso relatos "pequeño formato"



Eran un matrimonio bien avenido. Llevaban juntos casi cincuenta años, más los que fueron novios y la muerte les había visitado sin avisar hacía un mes.
Se lo llevó a él primero, para que ella pudiera rezarle, pagarle una misa cada semana y cuando terminaba ir al cementerio a llevarle flores frescas.
Era su forma de seguir en contacto con él que había sido todo para ella , y aún muerto seguía siendo su primer pensamiento al despertarse.
El había sido un hombre dicharachero, simpático, respetuoso con todo el mundo,sin maldad, de los que se hacen querer en el barrio, en el trabajo, en cualquier parte.
Solo el cura de la Iglesia a la que su mujer era asidua, le reprochaba su falta de asistencia todos los domingos.Pero su mujer se lo perdonaba, porque esta era su única falta y ella oía historias que contaban de otros maridos que ... !Jesús! !Dios bendito!

Ella por el contrario, era un mujer silenciosa, nunca hablaba en publico, siempre andaba junto a su marido como una sombra que le acompañaba en silencio. Nadie entendía que fueran tan diferentes. No tuvieron hijos, ni tenían hermanos ni más familia. Estaban los dos solitos en el mundo, y ahora que él se había ido, ella se había quedado tan sola que ir al cementerio a llevarle flores, era su único consuelo.

Pero aquel día, cuando llegó, ya tenía un ramo de flores encima de su tumba. Rosas rojas, con un lazo blanco. Se quedó extrañada. ¿Quien le podía llevar flores a su marido? No era posible, seguro que había sido una equivocación.

A los pocos días, otra vez, de nuevo un ramo de rosas rojas, recién cortadas adornaban el mármol que ella había elegido. Su sorpresa iba en aumento, y no podía imaginar quien ponía allí aquellas flores.
No hablaba, pero su cabeza no dejaba de pensar ¿quien podía ser?
No tenia ni idea.

Así que ideó un plan. Muy cerca habían unos árboles viejos, con unos troncos gordos y delante un seto de hortensias. Aquel seria su escondite y desde allí vigilaría y descubriría quien era.

Y así, empezó a ir todos los días, desde que abrían el cementerio hasta que lo cerraban. Se llevaba una silla, y mientras esperaba impaciente hacia calceta. Cada vez estaba más intrigada y más ansiosa por descubrir aquel enigma.

Y al cuarto día, su vigilancia dio resultado.
Era una mujer, guapa, bien vestida, más joven que ella. Llegó, le dejó sus flores, permaneció unos minutos, parecía que le hablaba o rezaba, y después se fue.

La mujer silenciosa se quedó petrificada. ¿Quien era aquella mujer? ¿De que conocía a su marido? ¿Por que le llevaba flores? Tantas dudas, tantas preguntas se atropellaban en su cabeza. Quería saber, necesitaba respuestas pero al mismo tiempo le daba miedo saber la verdad. ¿Y si su marido....? No, eso era imposible. Su marido no era de esos.

Aquella noche, rezó con fe, como nunca lo había hecho, y le pidió a su Dios Bendito que la llevara con su marido, necesitaba hablar con él, preguntarle quien era esa mujer.
Su silencio había terminado....



Fotografía: Serie M.S. nº 10 PFP

2 comentarios:

MARIA UVAL dijo...

Removedor. Me gustó mucho. Te dejo un afectuoso saludo de "Bueno domingo".

María dijo...

Bello blog, voy a ojearlo.

Salu2