jueves, 23 de octubre de 2008

el río


Apoyada en el barandado del puente, mira fijamente pasar el agua densa y oscura, el viento empuja el caudal suavemente, en dirección contraria a su curso natural. Siempre le ha producido miedo aquel río, aquellos remolinos que se forman sin explicación aparente a sus ojos, capaces de tragarse sin piedad a un nadador desprevenido.

Allí, de pié mira el río y recuerda de muy pequeña, los calurosos veranos que pasaba en la piscina, las horas largas jugando dentro del agua, y como su madre le obligaba a salir a la hora de comer y de merendar, amenazada con castigos si no obedecía inmediatamente, como se le quedaba la piel de gallina y le castañeteaban los dientes en pleno agosto, y como un día mientras su madre la envolvía con una toalla verde y azul le explicó que era una niña y no podía ser un pez.

Habilidades de peces tuvieron cuando su hermano y ella, en un veraneo lejos ya de la mirada de la madre, con poco más de diez años sorteaban olas como montañas en una playa abierta y peligrosa. Y después ¿como fue? alguien la vio nadar y decidió que podía ser campeona. Entrenamientos, viajes, competiciones, triunfos, decepciones…

El agua, como pez en el agua, siempre acompañándola en sus mejores momentos. Nadando en solitario en el mar… la libertad. Con sus hijos, en la playa, mirándolos rebozados de arena entrando a la carrera, saltando las olas a su lado, felices y después pidiéndoles que salieran ya, que era tarde, entonces era ella la que amenazaba con castigos…

El agua, un continuo en su vida, una necesidad… en los peores momentos... siempre una piscina… un largo tras otro, como en los entrenos de su juventud, hasta que no piensas en nada, hasta que las fuerzas no dan para más, hasta que sales con los dedos arrugados y los labios morados...

Sin embargo aquel río, con los remolinos misteriosos, con el agua densa y oscura, con esas ramas que arrastra rápida la corriente... nunca fue capaz de vencer el miedo que siempre le produjo, jamás metió un pié dentro, nunca…
Fotografía: El río Ebro a su paso por la ciudad de Logroño

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu relato, Pilar, tiene cierto suspense, desde el principio y, sobre todo, al final... tienes una especial predisposición a dejar en el aire lo que puedo ser, lo que será, lo que quizás pueda llegar a ser, es decir, en casi todos los tiempos del verbo ser. Aquí entra la intimidad de cada uno haciendo del relato el símil de una vida o de su propia vida. A mi me evoca, en términos generales, el curso difícilmente explicable de la historia de cada uno... Visualizo el nacimiento del río y me despierta alegría, admiración... el discurrir entre miles de obstáculos, un gran canto a la fuerza de hacer camino entre miles dde tribulaciones y de obstáculos. La llegada al mar, placidez y serenidad de un retorno a la inmersión de lo absoluto, lo único...; pero el río en su turbulencia, en su contracorriente, en su obscuridad, en su turbio removerse para avanzar, me causa angustia como si en su cauce te pudiera atrapar para siempre como la vida cuando te niega o no ves quizás, la puerta abierta hacia la luz interior, hacia la libertad...

pjdfp dijo...

Yo recuerdo cuando mi brother y yo nos ahogabamos en la piscina de Cardenal Reig y tu salias de mala leche al balcon del 6º amenazando seriamente.

pjdfp dijo...

lo recuerdo cariñosamente, claro.

pfp dijo...

¡claro¡ para cortaros a trocitos...

Joaquim dijo...

¿Pilar nos pintas un río dramático o soy yo que tengo el día?

Me asusta ese río que nos tienta a una solución "wagneriana".

Desconozco el motivo, pero siempre que pienso en un río, veo un gran cauce, tranquilo, con meandros y grandes árboles en sus orillas.

Una imagen que para nada me sugiere este relato que hoy nos propones.

Petonets

pfp dijo...

Joaquim, tienes el día, criatura.

javi duque dijo...

Qué bueno. Estás que te sales. Me ha parecido un relato maravilloso.

Besos.

enric dijo...

¡Ay, ese pjdfp! ¡Menudo pájaro debió de ser! :))

Me ha venido, con tu relato, a la memoria una anécdota que Rosa Regàs contaba en su libro “Diari d’una àvia d’estiu”. Intentaré resumirla, aunque leída la encontré preciosa:

Una nieta suya estaba emocionadísima porque sus padres le dijeron que iban a llevarla a ver el nacimiento del Ebro. La niña no paró durante todo el viaje de darles la tabarra para que se dieran prisa, y cuando por fin llegaron a Fontibre, la niña, decepcionada, les dijo: “¿Lo véis?... Hemos llegado tarde... ¡Ya ha nacido!”

pfp dijo...

Hola Enric, pues mira si, pjdfp, es y fué, un buen pájaro pero muy alegre, y no sabes lo bien que vuela ya. Cuando abres el chiringuito? os echo en falta.

A todos un abrazo

Anónimo dijo...

En vez de pensar en Wagner, como ha hecho Joaquim, yo he pensado en Janaceck, en su pobre Katia asomada al turbulento Volga, desesperada y sin encontrar otra salida de su anodina vida, que la de lanzarse y morir ahogada.
Pero rápidamente he visto que tu relato no iba por ahí. Es otra vez como en aquel túnel de Japón pero en mojado...
También me has hecho recordar unos años en San Juan de Luz, en la zona sur de la playa, cuando todavía no había banderas rojas, ni siquiera en Francia, con mi hermana dando vueltas bajo una ola tras otra, raspándonos la espalda con la arena y volviendo a meternos en otra para sentir eso tan difícil de explicar, como correr las vacas de Falces bajando el Pilón. Y otras cosas.