miércoles, 7 de mayo de 2008

relato Nº 12


Me estaban esperando… no me gusta ir en metro y decidí hacer la combinación de siempre, dos autobuses hasta el destino… ¿por qué había dicho que sí, que iría? No tenía ningún interés en reunirme y escuchar tantas veces las mismas cosas… no se qué me pasaba pero me parecía inútil y aburrido especular sobre qué es nuestra vida y qué esperamos, cuando hubiera querido decir que somos parte esencial e irrenunciable del universo… ¡qué tontería se me había ocurrido!... No, no debería decirlo, iría mal…
Ya todo iba mal, porque los jueves hay huelga de autobuses…, no me acordaba y bajé al metro con cierto malestar…En el andén había mucha gente, diversa, nadie sonreía… una mujer con un cochecito de niño esperaba nerviosamente… en el niño vi a mi hija cuando era pequeña, a mi hijo en la misma edad y empecé a recordar… aquel tiempo de amor, de reinado matriarcal… qué etapa de mi vida tan tradicional, viviendo el momento sin conciencia de otro tipo de existencia, sin ansias ni agobios más que los que comporta el ajetreo doméstico…
Más allá, en el andén, un hombre alto, de muy buen parecer y modales elegantes dirigió un instante su mirada hacia mí… un vuelco en el corazón… parecía él, hubiera dicho que era él y vinieron a mi mente todos los momentos vividos, tan buenos unos, tan duros otros… me sentí cobijada en su abrazo. Sí , anduvimos juntos un largo rato, muchos años, por aquel difícil camino… Lo tuvimos todo, no nos escatimaron nada: forjamos la historia a martillo y cincel, sí…
De pronto, me sobresalté, el cartel que cuenta los minutos que faltan para la llegada del convoy, cambió de expresión y dijo ENTRA. Sentada ya en el vagón – conseguí un lugar -, sólo veía la oscuridad del túnel y soñé con el cielo azul del Mediterráneo, las soledades rosas del atardecer en el horizonte, cuando me fui de un mar ondulante de historias milenarias, furtiva, desertora de su belleza, muy a pesar de las dos…… me llevé la imagen de la playa donde un perro pequeño, dorado corría felizmente hasta el agua… mordiendo el leve oleaje de la orilla y volvía a mi lado para escarbar frenéticamente en le arena un hueco mientras me invadía de polvo y me miraba con sus grandes ojos desproporcionados a su tamaño… Volví a sonreír… Jóvenes, muchachos y muchachas charlaban con voz estridente riendo y saltando con sus bikinis invisibles ellas y sus tangas o taparrabos ellos… ¡Qué envidiable juventud, qué energía! Una de ellas me miró un momento y me vi como en un espejo cuando, un día de verano, en pleno paseo urbano, me pregunté sobre la vida: ¿de qué se trataba? Exigía una respuesta… ¡!¿de qué ¿!! Y, poco a poco, a su debido tiempo la vida me respondió cuando yo no lo esperaba… Pasaron los años de mi juventud, mis ensoñaciones, mis risas y mis llantos, mis amores y desamores….
En la evolución de mi existencia, se complicaron las cosas; me preguntaba por todo… lloraba con el dolor ajeno y propio, reía con la felicidad ajena y propia… Luego una sensación de vacío, un vértigo de abismo, una casa vacía, una tarea acabada, otra por empezar ¿cómo?… Como la lluvia fina, el silencio me fue empapando…como el viento fresco del amanecer me iba reconciliando conmigo misma, dejé de luchar contra mi por primera vez… aceptación plena de lo que fue, de puertas cerradas y puertas abiertas…Y
Agradecimiento a la vida. Vi una luz, tal vez fuera la próxima estación, pero no, fue la luz de una estrella que iluminó mi último pensamiento: la casa de mi niñez: casa del Cubano, así se llamaba en un pueblecito de montaña cerca de la ciudad… el camino donde cantaban los grillos, el repiqueteo en los débiles cristales de los fusilamientos en los bosques cercanos, la entrada de los “victoriosos” precedidos de impecables alemanes y de “moros” que se llevaban los pocos alimentos que nos quedaban… el hueco del hambre en el estómago, el porrón de leche compartido con mi primo para cenar… el cielo de mi niñez…
Una voz de mujer gritó: “Si acaba de entrar… se ha sentado junto a la ventanilla y se ha inclinado hacia delante… ¡Dios mío! Paren… un médico… hay que sacarla de aquí…”
Otra vez sonreí, me había muerto dando un paseo por la aventura de la vida…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

toda una vida...

Anónimo dijo...

bravo! bravo!